Por Víctor M. Toriz
Veracruz, Ver.-A penas se cruza la puerta de madera, una mirada penetrante por debajo de unos anteojos se clava desde un escritorio ubicado al fondo de la pieza. Aguarda estático desde su silla a que el visitante recorra los 15 pasos entre mesas grandes, anaqueles, vitrinas y el olor a libros viejos hasta alcanzarlo.
Solo entonces pregunta el motivo de la visita, con un tono de intriga que no oculta.
Romero Cruz Velázquez, un hombre de estatura media que dibuja de inmediato una sonrisa franca, es el guardián de los 20 mil ejemplares de libros y documentos que forman el acervo de del Archivo Histórico.
A su derecha se levantan estantes metálicos con libros acomodados en filas horizontales que forman cuatro pasillos que se prolongan al menos 10 metros hasta la pared.
Es la memoria histórica de la ciudad de Veracruz, se apresura a decir. Una versión escrita en latín y editada en 1496 de ‘El Arte de la Guerra’, del filósofo del chino Sun Tzu, es la obra más antigua que se tiene en el sitio.
Pero existen libros y documentos que datan de los siglos XVI, XVII y XVIII con un valor incalculable: Actas de cabildo, documentos notariales, fotografías y decretos municipales.
Los ‘Apuntes Históricos sobre el Puerto de Veracruz’, de Miguel Lerdo de Tejada, es la lectura que siempre recomienda, para adentrarse a la historia e identidad de Veracruz.
Romeo Cruz es el encargado de la biblioteca desde hace 27 años; en ese tiempo también ha escrito ocho libros que se sumaron a la colección del Archivo Históricos.
Oficialmente cubre una jornada de ocho horas diarias como bibliotecario, desde las 9 de la mañana hasta las 3 de la tarde. El silencio y la soledad que llega cuando todos abandonaron el inmueble, elementos que son aprovechados para sumergirse en el acervo que existe en esos anaqueles.
La historia es probablemente su primer amor desde la adolescencia, cuando expresó a su padre comerciante y su madre mesera que quería estudiar esa profesión, atrapado por las cátedra que su maestro de secundaria impartía cada mañana por dos años.
La profesión no era del agrado de su padre, que le pedía ver por su futuro en una carrera tradicional como el derecho o la medicina.
Al fin hijo único, su madre lo motivó para prepararse en lo que él quería dedicarse para el resto de su vida.
Fue así que dejó momentáneamente la ciudad de Veracruz, a la que llegó procedente de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, a la edad de 7 años para vivir primero en un patio de vecindad en la avenida Juan Soto y más tarde en la colonia 21 de Abril.
A Romero González le tocó vivir en las calles empedradas con ‘chinos’ y tranvías circulando por las principales avenidas de la ciudad de Veracruz, hasta verla transformada en una urbe moderna.
En la Facultad de Historia de la Universidad Veracruzana estudió su licenciatura, más tarde hizo estudios de maestría y doctorado, en la Universidad Vasca de Bilbao, en donde se especializó en historia del siglo XVIII y en su tierra adoptiva que siente más propia que donde nació.
Por sí mismo, el edificio que se encuentra sobre la avenida Landero y Coss, esquina con la calle Esteban Morales, en el casco antiguo de la ciudad, muestra la historia viviente de Veracruz.
Antiguamente fue el Patio de Vergara, en el siglo XVII, también nombrado, Patio de la Condesa. Su arquitectura, a pesar de las modificaciones sufridas con el paso de los años, se mantiene casi intacta.
Una puerta grande sostenida por dos columnas se impone al frente de la fachada amarilla, ventanas con balcones y barrotes de madera surgen en el primer y segundo nivel del edificio.
Un patio rectangular en el centro es bañado por la luz natural del sol, en uno de sus costados una fila de lavaderos son el vestigio que muestra que el lugar sirvió como residencia.
Muros gruesos de piedra múcara y vigas de madera se conservan desde finales del siglo XVII, cuando dio inicio la urbanización de la ciudad de Veracruz.
El Archivo Histórico llegó a este espacio en 1987. Su primera residencia fue en el entonces Convento de San Francisco, hoy edificio que lleva el nombre de Recinto de la Reforma.
En 1872, por iniciativa del gobernador Francisco Hernández y Hernández, se abrió como la biblioteca más grande del Estado.
Las obras del siglo XVIII y XIX son de fácil acceso para cualquier lector que llegue interesado.
Ejemplares de más antigüedad requieren un trato especial, estas son prestadas en el lugar solo a especialistas que realizan investigaciones o que justifican el motivo del requerimiento de su consulta.
Pero tomar las piezas no es cualquier cosa, advierte Cruz Velázquez, es necesario disponer de un espacio adecuado, utilizar guantes y cubre bocas que impidan contaminar las hojas de más de 300 años.
El sistema de aire acondicionado permite conservar cada pieza en buen estado, mientras que la fumigación constante para evitar la invasión de insectos es una medida preventiva.
El trabajar en ese lugar le da a este guardían el privilegio de tener todo el acervo documental a su alcance, algo que disfruta infinitamente de su trabajo, que prefirió convertir en su pasión de vida.
Su obra predilecta en el Archivo Histórico es el libro ‘Cien Viajeros en Veracruz’, que en once tomos describe historias y relatos de personas que desembarcaron en este puerto entre los siglos XVI y XX, obra contemporánea, pero con un valor histórico profundo.
Su aspiración es mantener la memoria histórica de Veracruz para futuras generaciones, pero al mismo tiempo, aprender de esa memoria para ser cada vez un mejor veracruzano.